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Es habitual reconocer, en las publicaciones sobre arquitectura catalana de las décadas de 1960 y 1970, la existencia de una supuesta polémica entre los arquitectos que aquellos años ejercían la profesión desde los principios de la modernidad. Realistas e idealistas defendían, a través de sus obras, diferentes formas de entender la práctica proyectual, ligadas a distintos posicionamientos tecnológicos. La importancia histórica que alcanzó el realismo catalán eclipsó a quienes habían optado por el optimismo idealista como método arquitectónico. A estos últimos pertenecían Tous y Fargas. El edificio que proyectaron como sede de Banca Catalana en el Paseo de Gracia de Barcelona presenta una serie de sistemas constructivos que ponen de manifiesto tanto la modernidad de los arquitectos como la vocación simbólica de su arquitectura. Se pretende reconocer la capacidad comunicativa de una exploración tecnológica poco valorada en su momento.